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Uno de ellos, y el más llamativo de la leyenda, es el que cuenta cómo Eulalia fue encerrada en un barril lleno de cristales rotos y de clavos que posteriormente se echó a rodar pendiente abajo desde el inicio de la calle conocida hoy como la Baixada de Santa Eulàlia.
Precisamente en la confluencia de la Baixada de Santa Eulàlia con la calle Sant Sever encontramos una pequeña capillita dedicada a la santa, que aprovecha el recodo que forman dos fachadas no alineadas. La figura de la santa está protegida por un baldaquín decorado con ornamentos de hierro y mosaico y debajo encontramos una inscripción que recoge los versos que el poeta Jacint Verdaguer compuso sobre el martirio de Santa Eulàlia.