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Sus dibujos, a menudo sombríos, actúan como un espejo que refleja la complejidad de la vida, señalando con crítica social los males de la humanidad, pero al mismo tiempo cautivando al espectador con su ternura y humanidad. Influido por la tradición pictórica catalana y por las vanguardias de los años treinta, Calsina ha quedado en un lugar intermedio, considerado demasiado rompedor para los artistas tradicionales y demasiado tradicional para los más innovadores. Sin embargo, su obra se mantiene vigente, especialmente en sus observaciones sobre temas como la violencia de género, la guerra y la crisis sistémica.