Santa Eulàlia
Santa y co-patrona de Barcelona (Barcelona, 290-303)
Nos situamos en la época romana, bajo el mando del emperador Diocleciano. En su afán por acabar con el cristianismo, el emperador empieza una sistemática persecución de los que profesan esta fe. Eulalia era una joven que algunas versiones de la leyenda sitúan como nacida en Barcino, y otras como natural de la villa de Sarrià. Sea como sea, los padres de Eulalia la quieren alejar del peligro y es a Sarrià donde deciden trasladarla, más allá de las murallas. Pero Eulalia no era de las que se esconden. Decidida, fue a hablar con Daciano, el cónsul romano en la ciudad, para convencerlo de que cesaran la persecución cristiana. No solo no lo convenció sino que Daciano la encarceló asegurándole que solo la dejaría en libertad si renunciaba a su fe. La joven Eulalia tenía una gran convicción cristiana y se negó en rotundo. El cruel Daciano la castigó con tantas torturas como años tenía. Eulalia contaba entonces con 13 años. Y allí empezó su calvario. Resistió muchos martirios: aceite hirviendo, quemaduras con fuego, latigazos, cal viva, incluso la metieron dentro de un barril lleno de cristales rotos y la echaron a rodar por la calle que hoy se llama, en su honor, Bajada de Santa Eulalia. Por último la crucificaron; algunos cuentan que la cruz se colocó en el Pla de la Boqueria, donde estaba una de las puertas de la ciudad; otros que fue en la plaza del Pedró, donde hoy encontramos un monumento en su recuerdo.
Eulalia no renunció a su fe y sus restos se trasladaron a la Catedral de la Santa Creu i Santa Eulàlia, donde existe una puerta también llamada Santa Eulalia en la fachada suroeste del claustro.
Hoy en día, cada 12 de febrero se celebra en Barcelona su fiesta mayor, la de invierno.