Algarrobos, las gasolineras del pasado

En el camino que nos lleva desde el aparcamiento del Museu Nacional d'Art de Catalunya hasta la Hípica La Foixarda, nos encontramos un par de ejemplares de algarrobo de grandes dimensiones que ya crecían en este lugar mucho antes de que la zona fuera ajardinada. Estos árboles típicamente mediterráneos habían formado parte del paisaje agrícola tradicional de prácticamente toda la costa catalana, y unos cuantos sobreviven todavía una vez abandonados los cultivos desplegando una enorme copa y unas ramas que si no se han podado llegan a nivel de suelo. Estos algarrobos no están en este lugar por casualidad, sino que tuvieron un papel clave en el desarrollo de la ciudad.

Durante toda la historia de Barcelona, la montaña de Montjuïc ha sido la principal fuente de material de construcción, ya que su roca, un gres de gran calidad, ha sido explotado ininterrumpidamente desde el tiempo de los íberos (siglo IV a.C.) hasta mediados del siglo XX. Este material era transportado con carros arrastrados por animales de tiro (mulas, bueyes...) que necesitaban gran cantidad de energía para transportar los bloques de piedra hasta la ciudad, donde se utilizaban para construir los edificios. Es aquí donde la existencia de estos árboles que encontramos esparcidos por toda la montaña toma todo el sentido, ya que su fruto en forma de gran legumbre, la algarroba, es un alimento muy energético por estar lleno de azúcares. Actualmente se utiliza como edulcorante o como sustituto del chocolate y antiguamente era un alimento habitual para el ganado y las personas.

Tener disponibilidad de estas algarrobas durante el trayecto de las canteras hasta el llano era la manera de suministrar energía a aquellos animales imprescindibles. ¡Las gasolineras del pasado eran muy ecológicas!