Basílica dels Sants Màrtirs Sant Just i Pastor
Dice la tradición que esta es la iglesia más antigua de Barcelona. Sea cierto o no, lo que está claro es que el edificio del siglo XIV se levanta en uno de los rincones con más encanto y más desconocidos del Barrio Gótico. Un ejemplo más del esplendor de la ciudad durante la época medieval.
Durante el año 801, el rey Lluís el Piadós lideraba la reconstrucción de Barcelona después de la reconquista franca. Es entonces cuando se funda un templo dedicado a los Santos Just y Pastor en el corazón de la ciudad. De aquella iglesia románica no queda nada: en su lugar se yergue un edificio construido en 1342, de estilo gótico. Escondido en uno de los extremos de la encantadora placita de Sant Just, en el centro del que entonces era el noble barrio de Palau, el edificio sorprende por su austeridad.
A un lado, la torre octogonal del siglo XV otorga altura al conjunto. Acceder a su interior y elevarse hasta arriba del campanario a través de una original escalera de caracol permite disfrutar de las mejores vistas del entorno. La fachada, restaurada en estilo neogótico, da paso a un interior lleno de paz y encanto. Quizás sea la sencillez de la estructura, de una sola nave y ábside poligonal, la explicación de la belleza de este templo. Queda cerrado por un arco de crucería donde descubrimos claves de bóveda con escenas de la vida de la Virgen.
El altar está decorado con cuatro grandes esculturas, obra de los hermanos Vallmitjana, que representan a los cuatro evangelistas. Está presidido por una imagen de la Virgen de Montserrat, patrona de Catalunya. En la capilla de Sant Feliu i la Santa Creu se conserva el retablo de la Pasión, obra del siglo XVI, que compite con el mayor retablo de estilo neoclásico del siglo XIX. Las vidrieras de los ventanales superiores colorean el interior del recinto. Una vez fuera descubriremos en la plaza una última sorpresa: la fuente de Fivaller, una de las pocas fuentes góticas que todavía se conservan en la ciudad.